04 marzo, 2012

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Siempre riendo, contigo, de ti, tu de mi, el uno del otro (Viva la redundancia), o ambos a la vez, como niños o como las nutrias del loro parque, no importa si es con una sonrisa en la cara. Y si es pintada de payaso mejor aún. 
Y no importa si toca madrugar por la mañana o dormir una siesta por la tarde si el resultado es estar a tu lado al abrir la puerta o los ojos. Y eso que de ojos no hay mejor café que el tuyo. Pero para cafeína una buena dosis de tus besos por la mañana o un abrazo muy fuerte por las tardes. Que si no hay abrazo ni besos, tengo guardadas tus fotos en mi pared y tu imagen en mi cabeza. 


Me sé tus manías y todos tus detalles, el lugar exacto de las constelaciones de tus lunares, así que lo siento que no me hablen de Osa mayor que yo ya sé donde queda mi norte y también la profundidad del único huequito que tienes. Que para estrellas la de Yulbor, que no es comprada ni es única, pero es nuestra. Como cuando nos ponemos wiscos dado que los ojos desorbitados esos son únicos en todo el mundo y son los nuestros, mira que tenemos suerte. De lo que no tenemos tanta suerte ya es de que a mí me queden crudas las tortitas y los espaguetis sean dulces, pero ahí estás tú para hacer 7 siete perritos y no permitir que nos muramos de hambre. Aunque con tantos besos sería imposible morir de eso contigo. 


Que vengan los días malos o grises, que les enseñamos el cartel del kilómetro 32 y los alegramos en nada. Y si eso fuera poco, nos sobran las chinchetas, las carcajadas y los botes de sprays verdes para pintar Lamborjinis por toda La laguna. Y si alguien se pone de chulo pues pa chulo tu pirulo que tienes un graffiti y dos gatos que tienen unas garras más grandes que las de Simba. Así que después de tantos días juntos, ya sabrás que no soy normal, y menos tú, que somos muy distintos y que nos parecemos en lo blanco del ojo y ni eso, que no eres mi media naranja en absoluto, eres otra cosa distinta: mi medio limón, porque nosotros no nos amargamos con ellos, sino que nos hacemos helado de limón y limonada, o un granizado que para el calor del verano no viene nada mal. 


Eres mi ying, que te voy a decir, que me complementas y me equilibras con toda esa cordura que me falta y con ese buen humor que también me falta, pero bueno que te quiero y que algún día aprenderé a montar en bicicleta y a volar, me vas a enseñar tú así que ya puedes empezar que con 80 años yo creo que para pedalear chungo y para volar, menos. Entonces a seguir, que vamos bien. Sabes... deberías quedarte algún día por aquí y visitarnos a mi y a mi almohada que ya te echamos de menos. El tiempo sin ti se pasa mucho más despacio y cuesta más asimilarlo todo. Así que no tardes en venir.



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